Opinión: Aprende y Enseña
OPINIONES 10:22
En Diverso.
Por Carolina Romano.
Por Carolina Romano.
En la escuela de la vida estamos de manera constante aprendiendo y enseñando. De todo se aprende, así mismo con todo se enseña. Lo valioso de eso es saber: Para qué aprender. Qué y cómo enseñar.
Existen tres tipos de personas fáciles de identificar:
- Las que no saben enseñar por impaciencia con el que aprende. Parecen hormiguitas, trabajan el día entero, piensan que si ellas no realizan las labores la cosa va a quedar mal, que pierden más tiempo enseñando que ejecutando ellas mismas lo que hay que realizar.
Por lo general la “súper mujer” es así. Trabaja dentro y fuera de la casa. Atiende a los hijos, al marido, a ella misma y hasta a los vecinos. Ejecuta todas las tareas de la casa, se queja de que el marido no la ayuda pero tampoco le permite hacerlo e inutiliza a los hijos. No les enseña a servir, a colaborar. Es esa madre que si por alguna razón se ve postrada los últimos en sensibilizarse con ella son sus hijos.
En el fondo este tipo de personas lo que desean es sentirse imprescindibles, necesitadas por lo cual buscan ser el centro de todo.
- Las que no quieren enseñar por temor a ser desplazadas. Son personas de estima baja, inseguras. Tienen la idea de que sus conocimientos y la posición que han alcanzado es lo único que poseen y no quieren que nadie se los arrebate.
Es común encontrarse con este tipo de gente en las empresas, esa actitud provoca un ambiente hostil y que los demás se alejen de ella.
- Las que están conscientes de que transferir sus experiencias, conceptos o formas de cómo desarrollar alguna labor es una manera de servir, eficientizar el trabajo y multiplicarse a sí mismos.
Son aquellos con los que todos desean participar. Crean un equipo de trabajo productivo. Las personas a su alrededor se sienten útiles y capaces de lograr las metas propuestas.
El mejor ejemplo de esto es Jesús. En tres años se invirtió en doce hombres. Les enseñó el trabajo que había que realizar y cómo realizarlo. Sus instrucciones han sido tan eficaces que dos mil años después conocemos de él por el legado dejado a los primeros discípulos.
Nuestro paso en esta escuela es más efímero de lo que solemos imaginar. Ahora estamos aquí, en los siguientes cinco minutos solo Dios sabe qué será de nosotros. Nos llevaremos lo aprendido, permaneceremos en los demás por lo que les enseñemos.
Lo que aprendemos nos ayuda en el diario vivir. Lo que enseñamos nos inmortaliza.
c.romanoflorentino@gmail.com