Mujer en Oregón EE:UU con cáncer terminal decide morir dignamente a los 29 años
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Nota del editor CNN: Brittany Maynard es una defensora voluntaria de la organización líder del país que defiende el derecho a ponerle fin a la vida, Compassion and Choices. Ella vive en Portland, Oregón, con su esposo, Dan Díaz, y su madre, Debbie Ziegler. Ve a Brittany y a su familia contar su historia enwww.thebrittanyfund.org. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las del autor.
EE.UU. – El día de Año Nuevo,
tras meses de sufrir a causa de debilitantes dolores de cabeza, supe que tenía
cáncer de cerebro.
Tenía 29 años. Tenía un poco más de un año de casada. Mi esposo y yo
estábamos tratando de formar una familia.
Nuestras vidas pasaron a girar en torno a estadías en el hospital,
consultas con los médicos e investigaciones médicas. Nueve días después de mi
diagnóstico inicial, me realizaron una craneotomía parcial y una resección
parcial de mi lóbulo temporal. Ambas cirugías fueron parte de un esfuerzo para
detener el crecimiento de mi tumor.
En abril, me enteré de que no solo había vuelto el tumor, sino que era más
agresivo. Los doctores me dieron un pronóstico de seis meses de vida.
Debido a que mi tumor es tan grande, los doctores me recetaron la radiación
dirigida al cerebro. Leí sobre los efectos secundarios: la raíz de mi cabello
se quemaría. Mi cuero cabelludo quedaría cubierto de quemaduras de primer
grado. Mi calidad de vida, cómo la conocía, desaparecería.
Después de meses de investigación, mi familia y yo llegamos a una
conclusión desgarradora: no hay un tratamiento disponible que pueda salvar mi
vida, y los tratamientos recomendados habrían destruido el tiempo que me
quedaba.
Consideré fallecer bajo cuidados paliativos en mi casa en el área de la
Bahía de San Francisco. Pero incluso con este tipo de tratamientos, podría
desarrollar un dolor posiblemente resistente a la morfina y sufrir cambios de
personalidad y pérdidas verbales, cognitivas y motoras de prácticamente
cualquier tipo.
Debido a que el resto de mi cuerpo está joven y sano, es muy probable que
me mantenga estable físicamente durante mucho tiempo incluso si el cáncer se
está comiendo mi mente. Probablemente habría sufrido bajo los cuidados
paliativos durante semanas o incluso meses. Y mi familia habría tenido que ver
eso.
Yo no quería ese escenario de pesadilla para mi familia, así que empecé a
investigar sobre la muerte con dignidad. Se trata de una opción para ponerle
fin a la vida de los pacientes con pleno uso de sus capacidades mentales que
sufren de enfermedades terminales y tienen un pronóstico de seis meses o menos
de vida. Esto me permitiría utilizar la práctica médica de asistencia para
morir: podría solicitarlo y un médico me recetaría un medicamento que yo misma
podría tomar para ponerle fin a mi proceso de muerte si se torna insoportable.
Rápidamente decidí que la muerte con dignidad era la mejor opción para mí y
mi familia.
Nos tuvimos que trasladar de California a Oregón, porque Oregón es uno de
los únicos cinco estados donde se autoriza la muerte con dignidad.
Yo cumplía con los criterios para morir con dignidad en Oregón, pero
establecer la residencia en el estado con el fin de hacer uso de la ley
requiere de una gran cantidad de cambios. Tenía que encontrar nuevos médicos,
establecer residencia en Portland, buscar un nuevo hogar, obtener una nueva
licencia de conducir, cambiar mi registro de votante y reclutar gente que se
ocupara de nuestros animales, y mi esposo, Dan, tuvo que tomar un permiso para
ausentarse de su trabajo. La gran mayoría de familias no tienen la
flexibilidad, los recursos y el tiempo para hacer todos estos cambios.
He tenido el medicamento durante semanas. No soy suicida. Si lo fuera, me
habría tomado esta medicina hace mucho tiempo. No quiero morir. Pero estoy
muriendo. Y quiero morir en mis propios términos.
Yo no le diría a nadie más que él o ella debería elegir morir con dignidad.
Mi pregunta es: ¿quién tiene el derecho a decirme que no merezco esta elección?
¿Que merezco sufrir durante semanas o meses con tremendas cantidades de dolor
físico y mental? ¿Por qué habría alguien de tener el derecho de hacer esa
elección por mí?
Ahora que me han dado la receta, y la tengo en mi poder, he experimentado
una tremenda sensación de alivio. Y si decido cambiar de opinión respecto a
tomar la medicina, no la tomaré.
Tener esta opción al final de mi vida se ha vuelto increíblemente
importante. Me ha dado una sensación de paz en medio de un momento tormentoso
que, de otra manera, habría estado dominado por el miedo, la incertidumbre y el
dolor.
Ahora, puedo seguir adelante en los días o semanas que me quedan en esta
hermosa Tierra, puedo buscar el gozo y el amor, y pasar tiempo visitando las
maravillas de la naturaleza con las personas que amo. Y sé que tengo una red de
seguridad.
Pienso celebrar el cumpleaños de mi esposo el 26 de octubre con él y
nuestra familia. A menos que mi condición mejore drásticamente, moriré poco
tiempo después.
Espero, por el bien de mis conciudadanos estadounidenses que nunca
conoceré, que esta opción esté disponible para ti. Si alguna vez te encuentras
caminando una milla en mis zapatos, espero que al menos te sea dada la misma
elección y que nadie trate de quitártela.
Cuando mi sufrimiento se vuelva demasiado grande, puedo decirle a mis seres
queridos: "Los amo; vengan a mi lado a despedirse mientras paso a lo que
sea que venga después". Moriré arriba en mi habitación con mi esposo, mi
madre, mi padrastro y mi mejor amiga a mi lado y terminaré con mi vida
pacíficamente. No puedo imaginarme tratar de quitarle a alguien esa elección. (DominicanaDigital.net)
Fuente: CNN