OPINION. La Diabla Cojuelo
OPINIONES 10:49
Lo de cojuelo lo heredó de su abuelo, un otrora
proletariado enamorado de la cultura carnavalesca, que se hizo muy popular
porque con periódicos, pintura y almidón hacia una careta. El viejo la
describía como una artista que siempre estaba dispuesta a exhibir parte de su
destreza, mimos con movimientos sexuales, era parte de su menú de especiales.
En su vida siempre existieron sueños no cristalizados que
empañaron su inocencia, pero con el tiempo los dejó en el pasado. La mulata era
dueña de una rabieta congénita que se alojaba en su cabeza, cosa que la obligaba a decir a cada momento que no
iba a sufrir de pobreza y que por más que te bañes apestas, por eso sus
frustraciones las guardaba en su maleta.
El octogenario insinuaba que su descendiente siempre
tenía pendiente que nuestra sociedad era como una gallina mal oliente, que mientras más cagas ni el bajo lo siente, en
algunas ocasiones se encontraba con ladrones que de una forma gratuita usurpaban
sus relaciones.
Recuerda que le hablaba de una posible democracia donde
el rico y el pobre vivirían en armonía, pero el tiempo se encargo de desvelar
la ironía.
Cada cita la identificaba por colores, los lunes azules,
porque le llenaban de emociones, los martes rojos, porque nunca sentía
enojos, los miércoles marrones, porque para amar sobraban razones, los jueves
eran morados, para los enamorados, los viernes negros, naturalmente de
especiales, los sábados y domingos eran de basilón se los dedicaba al colmadón.
El anciano acentuaba que ella tenia dos amores, el
primero lo conoció en un carnaval y al tratarlo se dio cuenta que era todo un
vendaval, en cambio el segundo lo encontró en una iglesia, quien le enseñó que
el que mucho oraba al cielo llegaba.
Le aseguro que estoy falto de memoria y no se como
terminar esta historia, pero me imagino que la diabla empezó una vida de honor
al encontrar su mormón.