Opinión: "De Rubèn a Facundo".
OPINIONES 18:35
Por Henry Zacarías.
En una de mis andanzas visual por los periódicos digitales de la provincia San Juan, me encontré con este interesante artículo del máster Rubén Moreta y quedé tan conmovido con el mismo que me vi obligado a replicarlo para este medio y con la esperanza de que sea visto este por una importante autoridad gubernamental, y quizás sea conmovido con la misma intesidad que me conmovió a mí, pero con la oportunidad de que este pueda someter el caso de Facundo y ayudar a este pobre anciano a pasar los últimos días de su vida comiendo tranquilo en su casa sin la necesidad de levantarse todos los días a empujar su triciclo para llevar el pan a su casa.
Definitivamente, en San Juan de la Maguana nadie ha bailado ni cantado más que Onelio Jiménez, alias Facundo. La mayoría de las canciones que canta y baila él mismo las improvisa o compone, y muchas aluden a su amada Apacia.
¿Quién conoce a Facundo en San Juan? Todos los sanjuaneros. Se trata un personaje pintoresco que corretea alegría en aluvión –quizás- como máscara de su desdicha y penurias materiales.
Lo conocí de niño vendiendo Helados Fondeur en paletas –que confieso a los/las jóvenes de hoy que eran las mejores y más sabrosas paletas del mundo- que elaboraba un migrante mocano en los años setenta y ochenta llamado Mario Fondeur y su familia (de ese apellido el nombre de la marca), en una fábrica que funcionó en la calle Trinitaria esquina Dr. Cabral.
Facundo era uno de los vendedores estelares de Helados Fondeur, con un cajón de madera color verde en su hombro y una campana manual. Luego, llegaron a dicha empresa unos “innovadores” carritos rectangulares de color blanco, con una campanita en el manubrio de empujarlo. Y él, cantando y bailando, reclamaba que los niños salieran a comprarle helados echando un “San Antonio”: “Griten muchachos del Diablo, griten, griten”. De la manera que lo hacía provocaba la risa de todos.
Facundo tiene 84 años de edad, gozando y haciendo gozar a la gente con sus ocurrencias y excentricidades, a través de sus disímiles trabajos: Guardia de la Era de Trujillo, guardián nocturno, vendedor de helados, panadero, carnicero, paletero (vendedor de “mentas”, cacaítos, chicles, galletitas, y otros dulces) y vendedor de kerosene y carbón vegetal.
Todos estos oficios los ha ejercido con una jocosidad peculiar, que lo convierte en uno de los personajes más pintoresco y folclórico de la región.
Facundo nació en Barahona –con razón “cuatriboliao”- en el año 1930 y emigró a San Juan de la Maguana en el 1969. Se casó con Apacia de Oleo, quien ha sido su única mujer durante 52 años, con la cual procreó diez hijos, de los cuales murieron siete, algunos trágicamente.
A pesar de las adversidades, este hombre sigue sonriéndole a la vida y a la gente, quizás como artificio para esconder sus reveses, mala suerte o fucú.
Los que siguen el canon cristiano hablan de pruebas que su Dios les impone a los hombres que le siguen, para calibrar la templanza de su fe. Pero si es una prueba divina la dictada a Facundo para vivir hundido eternamente en la indigencia, contra él más bien se ha desatado un ensañamiento inmisericorde, ya que ha estado condenado a arrastrar todos los días –sin descanso-un triciclo cargado con mercadería en toda la ciudad, por todos los campos y por todos los municipios de esta provincia sureña.