En Diverso. ¡Qué vergüenza! Por Carolina Romano
PORTADA 19:22
En Diverso.
Por Carolina Romano.
¡Qué vergüenza!
El dominicano es reconocido a nivel mundial por su sencillez, entusiasmo, alegría y espíritu de servicio. Pese a ello, arrastramos como herencia de nuestros colonizadores la “avivatería”. El avivato piensa: “Yo tengo que consegui lo mío” “Primero yo, depue yo y de tercero yo”. Ese modo de pensar se ve reflejado en todas las esferas de la sociedad.
En el tránsito se observa como en un semáforo uno de los conductores de la primera línea va poquito a poco soltando el freno hasta que logra, si no ve a un Amet, robarse la luz roja. Para entrar a un elevado o un túnel de tránsito vehicular, mientras los choferes toman los carriles correspondientes, los ventajistas penetran desde la vía alterna, muchos de ellos subiendo por los pilotillos que indican no se debe pasar.
En los lugares de trabajo es común encontrar una persona, que en su mediocridad cuando se le corrige por alguna causa, acusa a una tercera si este no está presente. También está el que se adjudica la labor ajena para ganar un ascenso o la empatía del jefe. Atropellamos a quien sea con tal de favorecernos a nosotros mismos, favor que a la larga resultará insípido y vergonzoso por la procedencia que arrastra.
¡Y qué decir de nuestros servidores públicos! Escuchar propuestas como las del señor Víctor Díaz Rúa de modificar el artículo 85 del Código Procesal Penal que establece el derecho de la ciudadanía a querellarse contra los funcionarios por actos de corrupción, no solo es una actitud avivata y ventajista. Solo oírlo da ganas de llorar. Dicen por ahí, que el que no tiene hechas no tiene sospechas. Si un funcionario o servidor público desarrolla su función con dignidad, apegado a la ley, no tiene por qué temer a una acusación en su contra.
Dentro de esa actitud ventajista el dominicano en sentido general es maleable, fácil de cambiar sus principios lamentablemente más si hay “ojos verdes” de por medio. El coctel en honor al presidente Medina que se ofrecería en diciembre pasado por el nuncio apostólico, Monseñor Jude Thaddeus Okolo, fue cancelado porque no se invitó la pareja sentimental del embajador local de los Estados Unidos, teniendo que efectuarse unos dos meses después e invitarlo.
También, es para rasgarse la ropa que aun no se haya tomado una decisión en cuanto a la voraz modificación al Código Laboral que propone el Consejo Nacional de la Empresa Privada.
¡Hasta dónde iremos a llegar! Pero sé que aún hay dominicanos que piensan en ellos mismos y en los demás, que mantienen firmes sus principios, que son fieles a la ciudadanía y honestos a pesar de las “propuestas indecentes”.
¡Un hurra por esos dominicanos y qué vergüenza por los otros!
Por Carolina Romano.
¡Qué vergüenza!
El dominicano es reconocido a nivel mundial por su sencillez, entusiasmo, alegría y espíritu de servicio. Pese a ello, arrastramos como herencia de nuestros colonizadores la “avivatería”. El avivato piensa: “Yo tengo que consegui lo mío” “Primero yo, depue yo y de tercero yo”. Ese modo de pensar se ve reflejado en todas las esferas de la sociedad.
En el tránsito se observa como en un semáforo uno de los conductores de la primera línea va poquito a poco soltando el freno hasta que logra, si no ve a un Amet, robarse la luz roja. Para entrar a un elevado o un túnel de tránsito vehicular, mientras los choferes toman los carriles correspondientes, los ventajistas penetran desde la vía alterna, muchos de ellos subiendo por los pilotillos que indican no se debe pasar.
En los lugares de trabajo es común encontrar una persona, que en su mediocridad cuando se le corrige por alguna causa, acusa a una tercera si este no está presente. También está el que se adjudica la labor ajena para ganar un ascenso o la empatía del jefe. Atropellamos a quien sea con tal de favorecernos a nosotros mismos, favor que a la larga resultará insípido y vergonzoso por la procedencia que arrastra.
¡Y qué decir de nuestros servidores públicos! Escuchar propuestas como las del señor Víctor Díaz Rúa de modificar el artículo 85 del Código Procesal Penal que establece el derecho de la ciudadanía a querellarse contra los funcionarios por actos de corrupción, no solo es una actitud avivata y ventajista. Solo oírlo da ganas de llorar. Dicen por ahí, que el que no tiene hechas no tiene sospechas. Si un funcionario o servidor público desarrolla su función con dignidad, apegado a la ley, no tiene por qué temer a una acusación en su contra.
Dentro de esa actitud ventajista el dominicano en sentido general es maleable, fácil de cambiar sus principios lamentablemente más si hay “ojos verdes” de por medio. El coctel en honor al presidente Medina que se ofrecería en diciembre pasado por el nuncio apostólico, Monseñor Jude Thaddeus Okolo, fue cancelado porque no se invitó la pareja sentimental del embajador local de los Estados Unidos, teniendo que efectuarse unos dos meses después e invitarlo.
También, es para rasgarse la ropa que aun no se haya tomado una decisión en cuanto a la voraz modificación al Código Laboral que propone el Consejo Nacional de la Empresa Privada.
¡Hasta dónde iremos a llegar! Pero sé que aún hay dominicanos que piensan en ellos mismos y en los demás, que mantienen firmes sus principios, que son fieles a la ciudadanía y honestos a pesar de las “propuestas indecentes”.
¡Un hurra por esos dominicanos y qué vergüenza por los otros!